
Estos días, mis plan de lectura me lleva a leer El Sermón del Monte. Es un texto tan rico en Mateo 5-6 y hay tanto de qué hablar y aprender. Me quedo con un versículo que es un resumen de todo, en mi opinión.
Se encuentra en Mateo 6:
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
En primera instancia, creo que se trata de un texto que nos anima a no amar al dinero, o a las posesiones pues lo importante es lo que tenemos en el cielo, nuestra vida eterna.
Sin embargo, profundizando un poco más, se relaciona con todo lo demás del Sermón del Monte. Cuando Jesús nos llama, en este texto, a la misericordia, a la caridad, a la generosidad y la humildad, él nos está animando a vivir los valores del cielo – preparándonos para una eternidad en que esa va a ser nuestra realidad.

La Biblia también nos habla de que todo lo que hacemos en esta vida, repercute en el cielo. Habrán recompensas para el bueno que hacemos en este mundo. Creo que la mayor recompensa será conocer el resultado de las más pequeñas acciones generosas. Solamente en el cielo sabremos lo que ha significado a las personas una sonrisa regalada, una palabra de afirmación, una limosna, un plato de comida, una visita de hospital, un donación generosa, el ponernos en segundo lugar, etc.
Hay una infinidades de cosas que hacer para acumular nuestro tesoro en el cielo. Es importante entregar cada acción a Dios y hacerlo en humildad. De eso también nos habla Jesús en el mismo sermón. Pues los fariseos lo hacían para ser vistos y recibir reconocimientos. Las acciones hechas en el sigilo nos permiten disfrutar de un momento único de»dar» y recibir el reconocimiento de Dios en forma de paz y puro gozo. Ya casi bastaría esta recompensa, pero no, nos espera mucho más «allá».
Mara